El curso escolar en Estados Unidos comienza a finales de agosto o principios de septiembre. Y el final de curso es a finales de mayo o principios de junio.
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Una de las principales ventajas del sistema educativo americano es la enseñanza basada en la práctica, así como la ausencia de evaluaciones periódicas. Los alumnos, así, deben mantener la motivación a lo largo del curso mediante la fijación de determinados objetivos de aprendizaje adaptados a su perfil académico.
El profesorado, basándose en estos principios, imparte una formación que se sustenta en la personalización. El sistema educativo estadounidense, gracias a la importancia que da a la participación de los alumnos y a la práctica de deportes y actividades al aire libre, es uno de los más adecuados para estudiantes con particularidades, como déficit de atención o hiperactividad.
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